Según demuestra un metanálisis realizado en la Universidad de Oxford, Reino Unido, los tratamientos hormonales sustitutivos (THS), con la excepción del estrógeno de aplicación vaginal, se asocian a un aumento de riesgo de padecer un cáncer de mama.
Dependiendo de la dosis y el tiempo de uso, esta investigación confirmó que el riesgo de padecer un cáncer de mama era algo menor en pacientes que iniciaban el THS después de los 60 años o si la usuaria tenía sobrepeso –y es que las mujeres con sobrepeso tienen menor riesgo que a las delgadas-. También observó que el riesgo de padecer cáncer de mama aumentaba ligeramente si la paciente utilizaba fármacos que contenían en su composición estrógeno-progestágeno, en comparación con las que utilizaban estrógenos solos y en las que usaban el progestágeno de forma contínua respecto a las que lo usaban de forma intermitente.
Los responsables del estudio, estimaron que desde 1990 que se empezó a utilizar la asociación de estrógeno-progestágeno, se podían haber inducido un millón de cánceres de mama, de un total de los veinte millones de casos que se habían producido, una cantidad de casos nada desdeñable.
Este metanálisis no buscaba saber qué beneficios reporta para una mujer el uso del THS o el número de mujeres que podrían haberse beneficiado, pero no solo sirvió para confirmar cosas que ya sabíamos por estudios anteriores, busca saber, en el caso que se hiciera necesario emplearlo (paliar síntomas muy limitantes, mejorar la salud cardiovascular, ósea, psicológica o social), que producto o la combinación de productos era la más apropiada o cuál debía ser la duración de su uso o el mejor momento de usarlos. Pero además, indirectamente, una vez más vino a confirmar que los estrógenos de aplicación vaginal no aumentaban el riesgo de padecer un cáncer de mama.
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